Claves para la intervención psicoterapéutica en la pareja

Artículo publicado en revista del Colegio Oficial de Psicólogos "Informació Psicòlogica" nº98 Gener-abril 2010



Este artículo aborda los distintos aspectos percibidos y no percibidos que han de ser contemplados al iniciar una terapia de pareja. Al tiempo que nos centrarnos en el desencuentro o conflicto que la pareja nos presenta, es igualmente importante explorar y tratar otras cuestiones que están a la base de toda relación, lo que nos dará la información suficiente que permita esclarecer la dinámica actual e introducir pautas que faciliten una intervención encaminada a la mejora de su relación de convivencia y satisfacción mutua.

El amor inmaduro dice:

Te amo porque te necesito.

Le amor maduro dice:

Te necesito porque te amo.

Erich Fromm


Reflexiones iniciales antes de la intervención

¿De qué punto de partida iniciamos la intervención terapéutica? 

Estamos hablando de pareja, pero ¿cuál es la concepción de la que partimos? Una relación de pareja es un vínculo entre dos personas que se conocen, se encuentran y se unen para formar y desarrollar un proyecto común, y ello lo harán atravesando situaciones de crisis que forman parte del vivir en pareja. La dinámica que cada pareja crea puede aportar bienestar y la dinámica no puede estar en equilibrio sino que la dinámica puede aportar equilibrio sentimiento de felicidad a cada miembro, pero a lo largo del tiempo de convivencia se irán dando acontecimientos y situaciones en las que el desencuentro entre ambos se haga manifiesto y la pareja ha de buscar el modo de encontrar de nuevo el equilibrio perdido, si desea permanecer unida. Encontrar el equilibrio no significa volver a la situación anterior a la crisis, sino encontrar nuevos modos de entender y estar en la relación.

En ocasiones, esto puede llevar a uno o a ambos cónyuges a una profunda revisión de sí mismos: de tener que revisar sus creencias, prejuicios, valores, necesidades, anhelos, deseos, su manera de expresarse o de comportarse. Una pregunta que hemos de hacernos como profesionales que acompañamos en el proceso terapéutico es sobre cuál es el sentido de vivir en pareja considerado por la propia pareja que acude a terapia. La primera reflexión gira en torno a esta cuestión.

¿Cuál es el sentido de la pareja?

¿Por qué nos unimos? Cada una de las distintas respuestas a esta pregunta van a incluir el criterio individual y las creencias sociales en torno al matrimonio que nos encontramos en diferentes culturas. Además, hemos de tener en cuenta también, la evolución que la concepción de pareja ha seguido a lo largo de nuestra historia.

El vivir en pareja para unos es visto como una posibilidad de amar y ser amado, o de disponer de sexo garantizado, de construir una familia y tener hijos, o de facilitar una estabilidad económica y de asegurar el patrimonio familiar; para otros será contar con alguien con quien asegurarse una compañía... Pero lo que sin duda nos ofrece la convivencia en pareja, es una buena oportunidad para desarrollarnos como personas individuales, crecer estando al lado del otro, a partir de cómo es el otro y cómo soy yo.

¿Por qué buscamos a una pareja, a otra persona para compartir nuestra vida? porque nos falta algo: lo que tiene el otro o creemos que tiene.

Cuando empezamos a conocer a la persona con la que iniciamos una relación de pareja vamos descubriendo tanto lo semejante como lo diferente, y podemos llegar a pensar que lo que nos dé el otro sea suficiente para ser feliz. Pero cuando comenzamos a convivir y, mas allá del enamoramiento, comenzamos a conocer de una manera más completa a la otra persona, y es entonces cuando somos más conscientes de lo que no nos gusta, y hemos de preguntarnos:

¿Cuántos “errores” vamos a permitir cometer a nuestra pareja? Es decir, ¿Cuáles de sus limitaciones, manías, costumbres o deseos que no compartamos, estaremos dispuestos a aceptar de modo que no se conviertan en una fuente de conflictos permanente?.

Es por tanto importante que contrastemos con la pareja, cómo conceptúan ellos ahora su relación y poder incluir ambos aspectos básicos de la convivencia: la relación de pareja como un vínculo afectivo y sexual entre dos personas que comparten un proyecto de vida; y han decidido vivir juntos tomando los buenos momentos como un buen modo de nutrirse en lo afectivo, de disfrutar de lo compartido, de hacer realidad juntos algunos sueños; y también, como una buena ocasión para tomar los desencuentros como oportunidades de aprender y madurar cada uno como ser individual que es.

Para Jane G. Goldberg “estar en pareja supone dejar de lado las preocupaciones individuales y los sueños infantiles... En cierto sentido representa una muerte, ya que para crecer la relación de pareja se ha de renunciar al narcisismo infantil” (2004,pg. 247-8 ). Y de alguna manera, cuando nos unimos en pareja la mayoría no hemos dejado atrás las inquietudes de nuestra infancia, ni hemos alcanzado la madurez emocional. Elegimos pareja condicionados por las pautas de amor que aprendimos al principio de nuestra vida y ello nos determinará facilitando o dificultando el proceso que hemos de construir con nuestra pareja, de cómo sentirnos amados y cómo amar.

Para muchos la pareja también es una oportunidad para “dormir”, en cuanto que supone dejar de luchar por ser uno mismo; la persona se acomoda, y acaba expresando “lo que tu quieras, lo que tu digas cariño, lo que diga mi mujer/marido”. Ello conlleva algunas ganancias secundarias, como delegar en la pareja la toma de decisiones y no asumir el riesgo a equivocarse. Pero, como la relación de pareja es una relación de iguales, esta dinámica puede desestabilizar la relación de modo que en algún momento aparecerá el cansancio de uno de los dos, del que asume el peso de la relación o el que delega; y ambos habrán de aprender nuevas formas de estar presentes en la relación. Esto, que puede ser vivido como una gran crisis, es un buen modo de que cada uno desarrolle pautas de acción diferentes y nuevas. Hay parejas que están dispuestas a ello; otras, en cambio, el esfuerzo les pesa tanto que les es más fácil dejar la relación e intentarlo con otra persona. Algunos no asumen este aprendizaje y mantienen el patrón de comportamiento con otra nueva persona que esté disponible para ello.

¿Estamos enamorados o necesitados?

Es posible que la necesidad nos una, pero ese lazo será más una prisión que una relación amorosa. Al equilibrio en la pareja se llega si lo fundamental no es la necesidad, si podemos decirnos: “puedo estar contigo y también sin ti”. Si lo que necesitamos pesa más que lo que deseamos, estamos en pareja sin desarrollar nuestra independencia y conservaremos nuestra dependencia del otro. Muchas personas se separan o enviudan y al poco tiempo ya están de nuevo en pareja, sin haber cerrado todavía la herida de la reciente pérdida, tapan su dolor y su dependencia con otra relación. Para algunas personas éste, es a veces, el único modo de sobrevivir; para otras, en cambio, no será una buena solución y la convivencia acabará presentando dificultades. Cuando por nuestro deseo de tener una relación nos apremia el tener una pareja, hemos de tener cuidado pues podemos estar persiguiendo a una sombra, a aquello que forma parte de nosotros y no acabamos de ver en nuestro interior. La realización de ese deseo puede estar cada vez más lejos, o quizás la premura nos lleve a dejarnos ser elegidos y no elegir por nosotros mismos. Corremos el riesgo de enamorarnos del ideal que anhelamos sin ver realmente a la persona que tenemos delante. El amor entre dos personas sólo puede empezar cuando termina el enamoramiento de las proyecciones románticas. Por otro lado, cuanto más conozcamos lo que cada uno somos, queremos y necesitamos y más nos aceptemos y estimemos, mas fácil resultará encontrar a alguien que nos quiera, nos acepte y nos estime.

¿Cuáles son los temas que plantean situaciones de crisis, desequilibrio o desencuentro? 

Hemos de empezar por distinguir entre los temas visibles para uno o ambos miembros de la pareja, que coinciden con las distintas demandas y “quejas” que cada uno expone; y por otro lado, estarían los temas no percibidos o menos visibles para la pareja misma, en estos últimos hemos de i adentrándonos en el proceso de terapia y el psicoterapeuta podrá ir descubriendo junto con los clientes la incidencia y trascendencia de estos aspectos y su repercusión en la relación.

La presencia de alguno de estos temas será valorada y atendida, en unas ocasiones de manera individual, en otras se atenderá en pareja, según lo requiera la situación y la necesidad de cada uno. Un ejemplo de ello podría ser la presencia de rabia desmesurada hacia la pareja. Esto puede abordarse ofreciendo a la persona un espacio íntimo e individual donde pueda expresar con libertad la causa de ese malestar que puede no tener que ver directamente con su pareja y puede desear mantenérsela oculta (por ej. un duelo no elaborado de una relación anterior, o de una relación extramatrimonial). 

A continuación expongo algunos de los temas que con más frecuencia aparecen en la práctica de la terapia en pareja:

Cuando uno o ambos tienen carencias que esperan cubrir con la pareja. Lo que la pareja nos ofrece hemos de tomarlo como un regalo, como una oportunidad para amar y ser amados pero nunca podrá cubrir lo que no recibimos en nuestro pasado, en nuestra infancia. Las huellas psíquicas de nuestro niño herido requerirán un proceso terapéutico personalizado, que complemente la intervención en pareja.

Una atención excesiva hacia la pareja. Cuando la pareja se convierte en el centro de la vida de la persona dará lugar a una relación marcada por la posesión, la exigencia y el apego desmedido, las reacciones de celos se harán cada vez más presentes.

Es esencial aprender a amar manteniendo la libertad del ser amado de forma que les permita a ambos conservar la propia individualidad. El lugar que ocupa nuestra pareja en la vida es un lugar de honor, especial, único y distinto a las demás relaciones pero no es la única persona que llena nuestra vida. Todo aquello que cada uno viva fuera de la relación, en otros entornos y con otras personas será un enriquecimiento individual y contribuirá a enriquecer también la relación de la propia pareja. La persona que no puede tomar con alegría lo que le alegra a su pareja cuando es vivido con otras personas, tiene dificultad en tomar lo bueno que no proviene de la propia relación. Este punto conviene tenerlo en cuenta, y la persona necesitará revisar este déficit.

La desatención a la pareja. A veces uno de los dos, otras veces ambos, pueden estar absorbidos por una excesiva atención al trabajo, a uno mismo, a los amigos, a un deporte, a los hijos... de modo que el tiempo dedicado a la pareja sea insuficiente. La pareja necesita ser alimentada y atendida, requiere su propio espacio y éste no puede ser sustituido por ninguna otra relación o actividad. Hay ocasiones en las que se hace difícil compatibilizar las atenciones a la pareja con la familia, el trabajo, las amistades, o las aficiones; cuando ambos se hacen conscientes de ello y hay un deseo común de estar juntos, encontrarán el modo de recuperar esos momentos de intimidad perdidos. Cuando es muy evidente la desatención de uno de ellos, habrá que preguntarse por aquello que no desea ser mirado y atendido en la pareja. Algunas de las reflexiones a considerarse en la terapia son: ¿Cuánto estás dispuesto/a a dedicar a tu pareja? ¿Cuánto esperas que tu pareja dedique a esta relación? Aquí podemos aplicar la máxima de “cantidad no equivale a calidad”, pero un mínimo de tiempo sí será necesario para que la relación pueda ser disfrutada y compartida. 

Los hijos, bien por su llegada o bien por su marcha tras independizarse del núcleo familiar, van a modificar la relación de la pareja y la estructuración de su tiempo; aprender a ocuparse de los niños sin descuidar la pareja y de nuevo más tarde, aprender a desocuparse de los hijos y seguir ocupándose de la pareja, es todo un reto. Uno de los temas en los que toda pareja ha de buscar el acuerdo es en relación al deseo de tener hijos; por las consecuencias que de esta decisión pueda desprenderse para la propia relación, y este asunto no siempre es tratado con suficiente claridad. Cuando aparece un problema con un hijo, en ocasiones es como una prueba para la pareja. Algunos se unen todavía más para hacerlo más llevadero, aprenden a sostenerse en el dolor o en la dificultad; para otros, en cambio, puede suponer el detonante para separarse.

En la educación de los hijos aparecerá con gran claridad las creencias y costumbres que cada uno trae consigo. Cuantas más similitudes en valores compartan más fácil será la educación conjunta, y en las diferencias la pareja habrá de hacer un esfuerzo en encontrar puntos comunes donde tomen sus decisiones pensando en lo que es mejor para los hijos. Puesto que “lo que es lo mejor” va ligado a la cultura en la que cada uno nos desarrollamos, hemos de estar muy abiertos a ampliar nuestra visión para poder incorporar lo nuevo y diferente que la pareja nos pueda mostrar como una posibilidad más.

La relación con la familia extensa; ya sea la de origen o la de la pareja. Este es uno de los temas que para muchas parejas es difícil de abordar sin acabar en una discusión que marque una gran distancia entre ellos. Para muchas personas es difícil hablar de su familia, de sus padres o hermanos y admitir aspectos que le son dolorosos, aquí es importante que sintamos el respeto y la comprensión de nuestra pareja al hablar de ello. Mirar juntos las dificultades que aparecen en las relaciones de cada una de las respectivas familias estando dispuestos a reconocer “lo bueno y lo malo” de ambas, (es decir, lo que apruebo o desapruebo, me gusta o me disgusta) es fundamental. Detectar dónde puede haber un desorden, una falta de límites entre los padres y los hijos o cualquier aspecto que no esté resuelto con la familia de origen de cada uno será necesario abordarlo, pues si no, estará contaminando la relación. 

Otro de los temas que aparecen en la base de muchas relaciones conflictivas es la relación de poder. Si observamos con detenimiento el modo en que discute una pareja podemos determinar cuándo aparece la dinámica del juego psicológico denominado “quién tiene la razón”, o lo que es lo mismo “dame la razón”. Ambos pueden estar ofreciendo un argumento tras otro esperando que se le dé la razón, y olvidan escuchar con la atención suficiente que les permita ver que las diferencias no llegan en muchos casos a ser irreconciliables, que son compatibles ambos deseos o que puedan ver juntos la parte de verdad que hay en cada uno de sus planteamientos y desde ahí sea mucho más fácil llegar a un entendimiento. La pareja se adentra tanto en esa dinámica que, lo único importante es la necesidad de demostrar quién de los dos tiene la razón. Este es un punto ciego en muchos de nosotros y admitir esto es muy difícil; realmente cuanto más inseguros nos sentimos, más necesitamos que nos escuchen y nos den la razón, y menos escuchamos a la pareja. En ocasiones muchas parejas están inmersas en este juego de “necesito que me des la razón”. Y mientras no renuncien a él no lograrán una relación satisfactoria de verdad. 

Detectar y cuestionar los mitos presentes en la pareja 

Walter Riso en su libro “Los límites del amor” (2007) esboza algunos de los mitos que pueden estar a la base de un desencuentro entre los cónyuges y que conviene poner sobre la mesa, aclarar y desmitificar en cuanto a las expectativas que cada miembro de la pareja espera de la propia relación.

• El amor y el sexo no pueden existir el uno sin el otro

• El amor es único y eterno

• El verdadero amor es incondicional

• El amor es adivino

• El amor siempre necesita controlar, celar o poseer

• Si hay amor es suficiente

Para una buena convivencia el cariño es necesario pero nunca suficiente como única garantía ante las adversidades. También es igualmente importante saber dialogar, cuidar al otro y dejarse cuidar cuando uno lo necesita. La creencia social de que hay que renunciar a partes de uno mismo para estar en pareja, puede llevarnos a no poner límites. Y el amor también tiene sus límites, límites que si se transgreden atentan contra la estabilidad de la pareja como, por ejemplo, cualquier acción que provoque la desconfianza, la falta de respeto o vulnere la dignidad de la persona. Aspectos no visibles a considerar en la terapia de pareja. 

A continuación, introduzco algunos de los temas que han de ser contemplados en mayor o menor medida, a lo largo del proceso de terapia con la pareja. Algunas de estas reflexiones pueden facilitar a los cónyuges la comprensión de los conflictos internos de cada uno y de la relación como dinámica de la cual muchas veces no saben cómo salir. Esta comprensión, este darse cuenta, es el primer paso para encontrar juntos un posible camino que permita la convivencia y el entendimiento.

• El Enamoramiento y la Atracción

Uno de los primeros aspectos a abordar en la relación de pareja es que relaten qué los unió y qué les atrajo en sus inicios. La descripción de este aspecto conlleva un doble fin: por un lado, les ayuda a ambos a recuperar lo que en un principio valoraron en el otro y han olvidado, y les facilita focalizar también en lo que valoran del otro en la actualidad, pues muchas parejas vienen con la atención fijada en el desencuentro y en las diferencias; y por otro lado, nos ayuda a detectar cuál fue el mito mediante el cual constituyeron la relación, lo que nos dará una de las claves para entender su desarrollo posterior y los obstáculos que en este momento se presentan en su dinámica relacional.

Cuando nos enamoramos creamos un primer vínculo con la persona amada que nos impulsa a comenzar una relación amorosa y ésta a su vez, nos sirve para afirmarnos en quiénes somos, nos sentimos aceptados tal y como somos, o eso creemos en un principio. Nuestra esperanza es sentirnos completos y puesto que a través del otro nos vemos como nunca nos habíamos visto, creemos que nos completaremos a través de esa otra persona y proyectamos en ella nuestros sueños.

• El sentido de presencia y valoración de nuestra pareja

Algunas personas no llegan a estar presentes de manera plena en la relación de pareja, esto puede deberse a distintas causas:

o Cuando uno está “mirando hacia atrás”, es decir, mientras haya algún asunto pendiente de resolver en su pasado, en relación con su familia, no podrá prestar la atención adecuada a su pareja, puede encontrarse dividido entre atender a su familia de origen más que a su familia actual.

o Cuando no tiene resuelta una relación anterior.

o La atención excesiva al trabajo o a otro asunto.

Vivir vidas paralelas no es lo mismo que vivir una vida en común. Otro aspecto importante que hemos de tener en cuenta en nuestra relación es, cómo reconocemos y valoramos a nuestra pareja ante los hijos, los amigos, nuestra familia y ante los demás en general. El sentido de presencia ha de hacerse visible para tomar y dar el sitio que corresponde a la pareja en la vida de uno.

• El equilibrio entre dar y recibir

Este concepto descrito excepcionalmente desde las Constelaciones Familiares, nos lleva a considerar lo que, según Bert Hellinger, es un aspecto básico a la hora de trabajar en pareja. Cuando en la pareja ambos toman y valoran lo que cada uno ofrece al otro y lo toman con agradecimiento, va a surgir el impulso espontáneo de devolver algo al otro, y es así como se crea un intercambio que enriquece y fortalece la relación de pareja.

Cuando esto no se valora suficiente, es despreciado, no se siente la necesidad de devolver algo propio, o si uno da mucho más de lo que recibe, puede crearse un desequilibrio que amenace la continuidad de la pareja.

Cuando hay intercambio de descalificaciones, insultos o reproches, esto aunque resulte paradójico también la fortalece, pues aunque sea una interacción deficitaria, hayuna atención desde el maltrato, y para algunas personas eso es más llevadero que la indiferencia o la soledad.

• La responsabilidad y el compromiso

Una pareja es una relación entre iguales, en donde como personas adultas, cada uno asume su parte de responsabilidad y se hace cargo de lo suyo; de este modo podrá

admitir sus carencias emocionales y de esta manera ambos se comprometen a cuidar de la relación y del otro.

Cuando uno espera que su pareja le dé lo que sus padres no le dieron se coloca en un actitud infantil y se crea una relación des-

igual donde uno se hace responsable del otro como su madre o padre, según el caso. Esta desigualdad llevará más pronto o más tarde a una profunda crisis en la pareja. Hay personas a las que el compromiso les agobia, creen que la relación de pareja conlleva una renuncia total de su libertad y autonomía. Por ello, un tema que ha de clarificar la pareja, sino ha sido tratado hasta ese momento, es que reflexionen juntos sobre las renuncias que cada uno estén dispuestos a incluir o no en la relación, hablar no es una cuestión, las renuncias sí. Podría quedar así: “son las renuncias que... y hablar sobre ellas”. Para otros es el miedo a contraer responsabilidades lo que les impide decidirse a estar en pareja, las responsabilidades nos vienen dadas en la medida en que maduramos en los distintos ámbitos de nuestra vida. Cuando uno se asusta de las responsabilidades a desarrollar en la pareja ha de mirar un poco más allá de la propia relación, en su interior y averiguar qué le impide asumir la responsabilidad que la vida le pone delante.

• El cuidado mutuo y las necesidades de la pareja 

Cada persona hemos de tratar de tener una clara conciencia de lo que necesitamos y saber cómo nos cuidamos en los momentos en que nos sentimos afligidos, preocupados, desbordados o vulnerables. A veces sabemos cómo cuidarnos pero, en la mayoría de las ocasiones, necesitamos también ser cuidados y la pareja ofrece una buena oportunidad para brindarnos ese apoyo, confianza, o desahogo que nos ayude a sostenernos en los momentos difíciles. La pareja ha de plantearse estas cuestiones: ¿cómo espero que el otro cuide de mí?, ¿sabemos lo que otro necesita realmente? Para ello hemos de preguntarle y aprender a colocarnos en la piel del otro, pensar y sentir como la pareja y ello nos conducirá a averiguar lo que realmente necesita. Uno de los aspectos más difíciles y necesarios de abordar en la relación es la expresión de los sentimientos, acompañar en el dolor a la persona que quieres no siempre resulta fácil, muchas personas desean salir cuanto antes de ese sentimiento amargo y se esfuerzan en intentar distraer o alegrar a su pareja, cuando lo que pueda necesitar es simplemente ser escuchada y vaciar su sentir. En ocasiones, esperamos que nuestra pare-ja nos cuide y nos ofrezca más de lo que puede pero las carencias de nuestra historia vital nunca van a poder ser cubiertas por el otro. Sólo mediante un trabajo de sanación con nuestra herida interna emocional, y desarrollando el propio cuidado personal se hará posible que lo que la pareja nos ofrece sea suficiente. Con frecuencia, nos podemos encontrar con parejas en las que ambos se sientan necesitados por igual. Entonces, ¿quién apoya a quién?, ¿competimos por quién lo está pasando peor o nos turnamos para apoyarnos?

Una reflexión que suelo trabajar con las parejas es que cada uno pregunte al otro:

¿qué puedo hacer para no dañarte cuando te sientes dolido, herido o enfadado?, ¿qué necesitas justo en ese momento?. A estas preguntas, habría distintas respuestas: que te dejen sola un tiempo, que te pregunten, que te escuchen sin ofrecerte soluciones... Muchas personas no saben qué respuesta dar. Si miramos y escuchamos para conocer la necesidad de nuestra pareja más allá del efecto que tiene en nosotros el malestar que nos genera, llegaremos a averiguar lo que necesita realmente. Y suele ocurrir, que lo que necesitamos unos y otros no es tan diferente, incluso coincide en la mayoría de los casos. Este es uno de los puentes que la pareja ha de atravesar juntos para fortalecer la relación: encontrar el modo de darse apoyo, confianza y seguridad.

• El espacio individual para expresar las emociones no compartidas

Dentro del marco de la terapia conviene ofrecer un espacio propio, privado y en solitario, a cada miembro de la pareja; para que tengan la oportunidad de expresar cualquier vivencia, emoción y reflexión que la persona necesite revisar o elaborar y no desee compartir con su pareja. Todos necesitamos nuestro momento de intimidad con uno mismo y no todos los temas que afectan a cada cual han de ser tratados necesariamente en pareja. En ocasiones la terapia evidencia y constata lo que para uno o ambos miembros era una posibilidad, ya antes incluso de comenzar el proceso terapéutico: su no deseo de continuar con la relación de pareja. Cuando a pesar de haberlo intentado, nos encontramos con que no es posible; hay que tener presente que una buena separación es siempre mejor y más saludable que una mala convivencia. Y el acompañamiento terapéutico se podrá encaminar entonces, a que la pareja pueda despedirse y aprender a amarse en el adiós.

BIBLIOGRAFÍA 

Jane G. Goldberg (2004). El lado oscuro del amor. Barcelona. Ed. Obelisco.

Walter Riso (2007 ). Los límites del amor. Barcelona. RBA Libros.

Johannes Neuhauser (editor) (2001). Lograr el amor en la pareja. El trabajo terapéutico de Bert Hellinger con parejas. Barcelona. Ed. Herder.

Sergio Sinay (2005). El arte de vivir en pareja. Barcelona. RBA Libros.

M.Scott Peck (1997). La nueva psicología del amor. Barcelona. Emecé editores.

U. Beck y E. Berck-Gernsheim (2001). El normal caos del amor. Las nuevas formas de la relación amorosa. Barcelona. Ed. Paidós.

Sam Keen (1995). La vida apasionada. Madrid. Gaia Ediciones.

Lluis Casado. (1991). La nueva pareja. Barcelona. Ed. Kairós.