Vinculación y pertenencia en las relaciones de pareja.

 

 

 El amor es tan bueno como dicen,

Vale la pena luchar por el, ser valiente, arriesgarlo todo.

Porque si no arriesgas nada, corres un peligro aún mayor.

                                                                  Erica Jong

                                  

 

Según la teoría del apego, todos tenemos la necesidad de conexión emocional. Todos necesitamos estar en relación con los demás, y ello nos lleva a vincularnos primero con el ser que nos acoge en su vientre, luego con las figuras mas próximas que forman parte de nuestro círculo de crianza y nos acompañan en nuestra infancia. Más tarde con las primeras amistades vamos descubriendo forma nuevas de relacionarnos que irán impregnando en nosotros aprendizajes de distintos colores. Y todo ello, asentará las bases de la calidad de las relaciones amorosas que iremos desarrollando y experimentando en nuestra vida adulta. Porque somos la historia de nuestras relaciones y de nuestros vínculos mantenidos a lo largo del tiempo, fortalecidos desde el amor y la seguridad que nos aportan, o debilitados desde la ruptura, el conflicto, la deslealtad que nos hace cuestionarnos si merece la pena amar.


Para Sue Johnson "el amor es la cúspide de la evolución, el mas apremiante mecanismo de supervivencia de la especie humana... Nos impulsa a crear vínculos emocionales con personas que llegarán a nuestro recinto íntimo de seguridad ante las tormentas de la vida. El amor es un baluarte diseñado para protegernos de los altibajos existenciales".

De cualquier modo, no podemos renunciar al contacto amoroso,  aunque nos sintamos traicionados, abandonados, rechazados o ignorados. En el encuentro nos nutrimos cuando sentimos que el intercambio y la presencia que supone interactuar con otro ser, nos aporta identidad. En nuestros genes se encuentra la capacidad implícita de estar y vivir como ser en relación que nos hace sentirnos humanos.


Y uno de los vínculos que proporciona ese contacto, que nos nutre de amor, que nos hace sentirnos especiales e importantes es el vínculo de la relación de pareja.

Pero, ¿cómo funciona el amor?, ¿cómo podemos conseguir una conexión duradera que nos permita confiar y sentirnos en una relación segura? Quizás podamos comenzar por aprender a recibir y ofrecer amor. Y para ello, hemos de aceptar que nos movemos por la necesidad de apego y la evitación de la ansiedad de separación, que ambas impulsan nuestros actos y ocupan gran relevancia en la creación del vínculo de pareja y del amor romántico.


Deseamos construir relaciones abiertas, independientes, temiendo perder nuestra libertad interior, y convertirnos en seres dependientes emocionales. Y olvidamos que es posible construir relaciones de pareja basadas en una dependencia sana, y que nuestras mentes están diseñadas para crear y mantener este tipo de vínculo.

El amor no es negociable, y al mismo tiempo hemos de aprender a negociar, gestionar, cuestionar, pactar y consensuar muchas pequeñas y grandes decisiones que en el cotidiano día a día de convivencia en pareja se nos presentan.  Y sin embargo, las cuestiones intelectuales no es lo realmente importante, en la dinámica de una relación de pareja son las reacciones emocionales lo que siempre está en juego.


La fortaleza del vínculo se basa en como nuestra pareja reacciona ante lo que necesitamos, ante lo que nos acontece, ante lo que deseamos. El vínculo se consolida a partir de la necesidad innata de pertenecer que todos tenemos y que a la vez, se haga posible en un contexto de seguridad.

El amor intensifica nuestra sensación de pertenencia al mundo a través de pertenecer a un sistema relacional,  ya sea a una díada como la pareja amorosa, o a un grupo como la familia. El amor también posee la inmensa capacidad de sanar las heridas que nos ofrece la vida por muy dolorosas que sean. Y si de alguien esperamos que sea sensible a nuestro dolor, y compasivo con nuestra vulnerabilidad, es nuestra pareja. 

 

Cuando surgen dificultades con nuestra pareja se despiertan en nosotros emociones alojadas en un nivel muy profundo de nuestro programa genético de supervivencia, de nuestro cerebro mas primitivo y que los seres humanos hemos ido desarrollado a través de miles de años de evolución. Y al mismo tiempo, en nuestra herencia socioeducativa se nos ha insistido mucho en que la fortaleza consiste en controlar las emociones, en superarlas, en desvalorizar el exceso de emotividad.


Desde esta perspectiva se define una relación de pareja dependiente, cuando se admite que dependemos emocionalmente de nuestra pareja del mismo modo que un niño depende de la atención de su madre. Cuando en realidad, tanto en adultos como en niños, lo que origina la necesidad emocional es muy similar, todos necesitamos un ser amado que nos ofrezca apoyo y conexión en un contexto seguro. Los adultos lo vivenciamos mas desde la necesidad de intercambio y reciprocidad mutua y los niños lo vivencian mas desde la necesidad de un contacto físico, que les permita sentirse reconocidos, cuidados, consolados y protegidos por el adulto.

 

Si deseamos construir un vínculo en pareja fortalecido y poderoso comencemos por aprender a abrir nuestro corazón vulnerable y a recibir con empatía y compasión las necesidades propias y de nuestra pareja. Aprendamos a estar dispuestos a recibir, conocer y acoger la fragilidad  de nuestro ser amado y aprender a responder emocionalmente  ofreciéndole nuestro apoyo, cuidado y comprensión. Esta es la mejor manera de crear un espacio de funcionamiento seguro, pues este es el mejor alimento que podemos ofrecer a nuestra relación de pareja; y por extensión a la totalidad de nuestras relaciones. Y considero que es también, el mejor paso para contribuir a crear un mundo mejor.


Rosa Martínez       Noviembre 2017